Historia de la agricultura
La agricultura es el arte del cultivo y explotación de la tierra con el
objeto de obtener productos con fines humanos o con destino a los animales
domésticos.
Existen variadas disciplinas y toda una infraestructura agrícola,
científica e industrial alrededor de estas actividades. Se incluyen en estas
prácticas el estudio, acondicionamiento de las tierras, cultivo, desarrollo,
recolección, transformación, distribución, etc.
Se trata de una actividad muy antigua, con origen en la prehistoria, y
es actualmente un sector económico indispensable y fundamental en la
alimentación mundial.
Se estima que la agricultura se ha desarrollado desde hace unos 8.000 a
10.000 años. Desde entonces todos los pueblos de la Tierra han reconocido el
valor que las plantas cultivadas tienen para la alimentación humana y de los
animales domésticos.
Algunos vegetales se han hecho tradicionales en muchos países, e incluso
en determinados de ellos se han convertido en monocultivos, y en la fuente más
importante de ingresos.
Entre las variadas producciones agrícolas, se distinguen algunos
productos muy importantes para el ser humano, tales como los cereales, trigo,
maíz, centeno, arroz, caña de azúcar, remolacha azucarera, aceite, verduras y
frutas.
En cuanto a la alimentación animal, son importantísimos los piensos a
base de granos de la soja, maíz forrajero y sorgo.
No todas las producciones agrícolas tienen valor alimentario, también
existen numerosos cultivos dedicados a producir materias para la industria,
tales como el caucho, semillas oleaginosas para fabricar pinturas o compuestos
químicos sintéticos, plantas para la obtención de fibras, etc.
Se reconoce el valor de la agricultura al comprobar que casi la mitad de
la población mundial se dedica a esta actividad, aunque es cierto que su
distribución es muy variable. Así, mientras que en África y Asia superan el 60
por ciento de la población, en los Estados Unidos y Canadá apenas alcanza el 5
por ciento. Por su parte, en América del Sur la población dedicada a estas
tareas es casi la cuarta parte; en Europa Occidental supone alrededor del 7 por
ciento; y en los países de la Federación Rusa y los englobados en la antigua
Unión Soviética alcanza el 15 por ciento.
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Tipos de agricultura
Se distinguen varios tipos de agricultura:
Extensiva
La agricultura extensiva es aquella en la que se realizan labores
sencillas, y en los que se emplean abonos orgánicos, como estiércoles,
prescindiendo totalmente de los fertilizantes artificiales. Es un tipo de
agricultura defendible desde el punto de vista ecológico, pues la tierra no
suele estar sujeta a la presión que imprimen otras actividades, como la
agricultura intensiva o industrial.
Intensiva o industrial
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Biológica
La agricultura biológica nació para dar respuesta a los problemas
planteados por la agricultura intensiva. Se trata de una actividad cada vez más
demandada por los consumidores, respetuosa con el medio ambiente y la salud.
Este tipo de agricultura recurre a métodos naturales para luchar contra las
enfermedades y plagas, y rechaza la utilización de pesticidas y fertilizantes
sintéticos.
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Parcelaria
La agricultura parcelaria está limitada a superficies dispersas y
reducidas. Existen muchas regiones en el mundo que por sus características
orográficas están dedicadas a este tipo de agricultura. Un ejemplo son los andenes o terrazas andinas
prehispánicas y que aún existen en la altiplanicie guatemalteca, donde se
cultiva maíz, alubias y calabazas; y café en las zonas más bajas de las
laderas.
Monocultivo
La agricultura de monocultivo es una actividad que está especializada en
un único producto. Aunque los agricultores de subsistencia de todo el mundo
suelen cultivar variados vegetales, no suele ser así en el caso de las grandes
explotaciones de carácter comercial. Así, muchas explotaciones producen sólo
café, té, cereales, cacao, o caucho. Un ejemplo es la dependencia de Tailandia
del arroz, que es uno de los mayores productores del mundo de esta graminácea;
o Sri Lanka, que depende enteramente de la producción de té.
Cuando se dedica una superficie a la producción de una sola especie,
suele proporcionar mayores beneficios económicos, ya que se simplifica la
gestión del suelo, la producción y su comercialización. Sin embargo, puede dar
lugar a la concentración de plagas que, aunque habitualmente suelen ser
controladas, pueden en ocasiones producir la devastación y pérdida de la
producción. La diversidad de cultivos es una ventaja contra este problema, pero
está limitada por las características de los suelos, clima, y otros factores de
carácter económico.